Luis Fernando Alejos y Javier Payeras hablan sobre las marcas de servicios públicos y nuestra responsabilidad de promocionar lo correcto.
Luis Fernando Alejos - Web Presence Manager en The Purpose
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We could be heroes
Por Luis Fernando Alejos
Crecer en Guatemala, España y Nairobi, por ejemplo, es un ejercicio de fe. Niños, adultos y ancianos tratan de llenar sus necesidades básicas, aunque para hacerlo muchas veces deban renunciar a cuotas enormes de dignidad. Servicios públicos como educación, salud, energía eléctrica, vivienda, acceso a servicios de agua y recolección de basura, son algunas de las carencias que debemos enfrentar como ciudadanos. Aunque no debería ser así.
“Se está en medio de un conflicto entre el funcionamiento estatal y su relación con determinados grupos subordinados; en especial con las clases medias urbanas que se recuperan de un largo período de apatía y que se han movilizado por el cansancio y el hastío que les produce el sistema,” escribe Mariano González en un ensayo reciente publicado por Plaza Pública. Y tratándose de Guatemala, el desgaste causado por la ineficiencia y corrupción de instituciones como la PNC, IGSS, SAT... siglas, marcas que no representan un servicio transparente o eficiente para los consumidores, de grandes sectores de la población (no solo de la clase media).
Agua pura en cajeros automáticos
¿Qué hacer cuando en Kenya (Nairobi, específicamente) el suministro de agua llega a una especulación de hasta 100 veces de su costo real? Una alianza público-privada que les permite a los habitantes acceder a agua potable mediante cajeros automáticos. Buenas noticias para los vecinos de los barrios marginales en Mahare, Nairobi. Aunque hablamos de cuatro aparatos para medio millón de habitantes, se trata de un paso en la dirección correcta (ya le tocará al gobierno local lidiar con las mafias que controlan este servicio básico).
Lecciones Goonies
Transcurrieron 30 años ya desde el estreno de la película de aventura The Goonies. Iker Armentia describe las lecciones que podemos extraer de ella, y de la realidad social española. “Los Goonies es la historia de la búsqueda de un tesoro pirata pero también es el intento de paralizar un desahucio. Los padres de Mikey y Brand tienen deudas y no pueden seguir viviendo en la casa que tienen en Astoria, Oregon. Les queda un día para seguir bajo ese techo antes de entregar las llaves e irse a otra parte. Son críos en una peli para críos, así que en vez de enfrentarse a la policía o amotinarse en casa, Los Goonies no se dan por rendidos –como tanta gente en España que ha decidido no resignarse– y deciden buscar el tesoro perdido de Willy el Tuerto para saldar las deudas pendientes de sus padres.”
“[…] En todo caso, Los Goonies explica la tragedia del desplazamiento de poblaciones locales con rentas modestas a favor de proyectos mastodónticos que no responden al interés general. El conflicto es evidente y reconocible aunque la realidad sea a veces mucho más sibilina y nos cuele este tipo de desigualdades a través de procesos más graduales –y por tanto, más difíciles de combatir– como la gentrificación: la entrada de rentas altas en barrios degradados que terminan expulsando a los vecinos originales que no pueden permitirse seguir viviendo en su barrio de toda la vida.”
No es casualidad que esta película ochentera sea todavía un clásico de culto (el último párrafo del artículo de Armentia es certero e irreverente. En medio del crimen (des)organizado y villanos privatizadores, necesitamos creer que existen héroes todavía. Mejor aún si existen dentro de nosotros.
Javier Payeras - Narrador, poeta y ensayista
Javier Payeras - Narrador, poeta y ensayista
Cuando seas grande
Por Javier Payeras
Un poema popular de Mario Benedetti lleva estos tres versos: “Uno no siempre hace lo que quiere / pero tiene el derecho de no hacer / lo que no quiere.” El texto vino a mi mente luego de hallarme con la publicidad de conciencia y con los artículos acerca de la infancia que se asoman cada año con la celebración del Día del Niño.
Recuerdo mi infancia, siempre participando en concursos de dibujo. Algunos diplomas de entonces dicen cosas como: “Para Javier Antonio Payeras por su participación en el Certamen Lo que haré por Guatemala cuando sea Grande.” Que sepa, mi madre ya no conserva los dibujos, pero estoy seguro de que estos no difieren en mucho con lo que otros niños dibujaron y siguen dibujando: astronautas, pintados con crayones de cera, colocando la bandera guatemalteca en la superficie de Marte o bomberos apagando las llamas de un edificio...
Lo común es que los adultos preguntemos, con solemnidad milenaria, la misma cosa: ¿Qué querés hacer cuando seas grande? El niño, con sus seis, siete u ocho años de experiencia vital encima, no sabe qué responder. Tal vez balbucee algo predecible y cinematográfico. O tal vez repita para complacencia general ese viejo credo familiar “Quiero ser como mi papá o mi mamá.” O tal vez se sienta intimidado y salga corriendo.
Ese dilema entre lo aspiracional y lo ético: Llegar a ser lo que se quiere, pero sin hacer lo que no se quiere. Quisiera saber qué sucedería si en las escuelas del país le preguntáramos a los niños: ¿Qué es lo que no quisieras ser cuando seas grande? Creo que su respuesta nos daría una buena oportunidad para hablar acerca de los pésimos ejemplos que los adultos damos ahora mismo, y de cómo ellos pueden hacer una mejor sociedad a partir de un No. Un No rotundo a lo caduco, a lo corruptible, a lo irresponsable, a lo cobarde y a lo mediocre de este terrible presente guatemalteco que les estamos heredando.