Juan Carlos Morales y Gabriela Ávila hablan sobre la inhabilidad de los gobiernos en actuar solos y la necesidad de participación ciudadana.
Juan Carlos Morales - Consultor
Juan Carlos Morales - Consultor
Ética y participación ciudadana sin marcas
Por Juan Carlos Morales
Siempre he admirado el carácter y la sencillez del Dalai Lama que nos invita a volver a los principios básicos y a comunicarnos al mismo nivel de lo que todos somos: seres humanos.
En una ocasión, Leonardo Boff preguntó al Dalai Lama:
—¿Qué es lo que me hace mejor persona?
La respuesta que obtuvo fue:
—Aquello que te hace más compasivo, más sensible, más desapegado, más amoroso, más humanitario, más responsable, más ético…
“La ética, la única regla para tomar decisiones” es el título de uno de los libros de John Maxwell en el que nos habla acerca de la capacidad para discernir lo debido de lo indebido, y el compromiso de hacer lo que es apropiado, porque la ética lleva a la acción. Por eso es que miles de Guatemaltecos protestamos contra la corrupción. Hemos abierto los ojos y nos hemos dado cuenta del costo humano que eso significa y además estamos abrumados de tanta violencia y delincuencia.
El Diccionario de la Real Academia Española define la ética como la parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre, y lo ético como lo conforme a las normas morales que rigen la conducta humana. Buscar nuestro propio bienestar y el de los demás, nos mueve a la participación ciudadana sin marcas.
Wikipedia, la enciclopedia libre, define la participación ciudadana como las acciones o iniciativas que pretenden impulsar el desarrollo y la democracia, a través de la integración de la comunidad al ejercicio de la política, para que la población tenga acceso a las decisiones del gobierno de manera independiente, sin necesidad de formar parte de la administración pública o de un partido político. Sin marcas, distintivas o señales que nos comprometan. Sin marcas para no dejarnos influenciar por comida, dinero, o una bolsa solidaria. Sin marca para enfocarnos en las necesidades de todos
A nivel mundial se está reconociendo que los gobiernos no pueden afrontar por si solos los problemas más complejos de agricultura, producción, distribución, uso de energía, agua, transporte, comunicaciones, finanzas, etc. Se requiere de la participación ciudadana. En todo esto, la tecnología está desempeñando un papel habilitador muy importante, porque nos ayuda a estar mejor informados para cuestionar lo que es indebido.
Los gobiernos ya no pueden funcionar de manera unilateral, tienen que reconocer y fomentar la participación ciudadana pacífica y constructiva, que demanda el uso eficiente de los recursos, la rendición de cuentas, y tomar parte en la solución de sus propios problemas. La sociedad está evolucionando a una cultura de colaboración y transparencia.
Gabriela Avila Alvarez - Comunicadora social
Gabriela Avila Alvarez - Comunicadora social
Hoy nada nos diferencia, hoy somos pueblo
Por Gabriela Ávila Alvarez
Las últimas semanas nos han demostrado que, al parecer, cada manifestación pacífica en contra de la corrupción duplica en número a la anterior, por lo que la que está programada para el próximo 30 de mayo podría rebasar a los 100 mil asistentes. Todos los días nace una nueva iniciativa que motiva a la participación ciudadana: retirar la excesiva propaganda e intervenir los espacios de forma artística, asambleas universitarias, conversatorios, entre tantas otras.
Durante toda mi infancia y adolescencia escuché cómo la palabra política iba acompañada de etiquetas como sucia, mañosa, oscura, volviéndola así una marca con la que muy pocos “valientes” u “oportunistas” querían vincularse. Pero hace ya un buen manojo de años, en los muchos procesos de búsqueda personal y ahondando en la teoría feminista me topé con una frase que me marcó y que en ese momento me pegó muy fuerte: “lo personal es político” y por ende lo político es personal, me respondo siempre a mí misma. A partir de ahí, me di cuenta que no era la política la sucia, sí lo son quienes se aprovechan de ella a costa de la miseria de otros. Las muestras de participación ciudadana de las últimas semanas son la mejor manera de materializar esta poderosa frase. Nos despertamos y por fin entre todos y todas estamos haciendo que los dinosaurios se extingan sin importar de dónde venimos, dónde vivimos, dónde estudiamos, dónde trabajamos, cuánto tenemos en el banco, cuántos años tenemos, cómo estamos vestidos, qué idioma hablamos, si creemos o no en Dios, si somos de izquierda o derecha, si votamos o no por el Partido Patriota, etcétera.
Los que criticaban las protestas y etiquetaban a quienes asistían como haraganes o izquierdosos desvelados, ahora las acuerpan, los estudiantes universitarios se unen a una sola voz sin importar los estereotipos existentes por toda la historia entre las universidades privadas y la USAC. Cada sábado en la Plaza Central nos abrazamos sin conocernos como en un concierto de rock donde lo único que importa es reventar. Y así reventamos y nos reconocemos en la mirada que es una mirada de hastío esperanzador porque a pesar de todo no nos han robado ni la memoria, ni la alegría. Cada manifestación es una fiesta ciudadana, una fiesta donde prevalece la paz, donde he escuchado disculparse a hombres que con lágrimas en los ojos afirman haber servido al ejército durante los años más crudos del conflicto armado y que ellos también protestan y le piden que renuncie al hombre a quien alguna vez sirvieron. Una fiesta donde nadie levanta ninguna bandera política más que las consignas de repudio y donde ninguna marca se promociona porque no tiene cabida. Hoy somos una sola voz y un pueblo cansado, pero que se levantará las veces que sea necesario y que lo demuestra de formas creativas y con fuerza, pero sin violencia. Gran paradoja que en uno de los países más violentos de América Latina y del mundo, estemos construyendo una revolución sin ningún arma más que las pancartas, las consignas y las propuestas. Hoy, las únicas marcas que nos unen y con la que nos identificamos son con la justicia, la lucha y la verdad.